La semilla de este libro fue sembrada sobre el terreno regado por numerosas conversaciones sostenidas con personas que, de una manera u otra, estuvieron involucradas personalmente con Guillermo González.

La primera de todas ocurrió una mañana inolvidable de un sábado hacia mayo de 1981, en la casa de Moncito Báez, en Arroyo Hondo, Santo Domingo, cuando preparaba mi primer trabajo acerca de la arquitectura oficial de Ciudad Trujillo, presentado, posteriormente, en uno de los Seminarios del ICOMOS Dominicano, y publicado en dos tiradas en las hojas semanales del Grupo Nueva Arquitectura en El Nuevo Diario. Esa entrevista fue capaz de hacerme viajar en el tiempo, pero sobre todo me produjo tal deslumbramiento, solo comparable a una suerte de contagio. Moncito me habló de todo el período con tal lujo de fechas, nombres, hechos, juicios y pareceres que, a través del tiempo, la idea que ha primado en mí durante las infinitas investigaciones posteriores ha sido, en buena manera, la de estar comprobando o recordando lo allí escuchado. Desde entonces y todavía el encantamiento permanece. Gracias de entrada a Moncito Báez, profesor, mentor y ejemplo durante todos estos años.

En todo este tiempo, desde aquella mañana del 81 hasta hoy, han sido entrevistados y he recibido la gracia de las vivencias de una enorme cantidad de personas, quienes desde su ámbito, experiencia o visión, han dado veracidad a lo aquí expuesto y han enriquecido notablemente el contenido. Del mundo académico mis profesores de Historia de Arquitectura en las aulas de la Facultad de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, los arquitectos Eugenio Pérez Montás y César Iván Feris Iglesias son igualmente responsables del encantamiento inicial. Ambos son grandemente admirados. Eugenio sigue siendo un faro, le agradezco profundamente su erudito ensayo para este libro. Un texto temprano de Ramón Martínez allanó el camino oportunamente; Manuel Salvador Gautier, talentoso y experto diseñador y escritor de gran calado, nos ha regalado en innumerables ocasiones sus memorias y orientaciones; Rafael Tomás Hernández y el santiaguero Cuqui Batista impulsan e iluminan con sus emotivos ensayos la andadura del libro; Omar Rancier ha compartido conmigo tantas jornadas de reflexión, trabajo y compañerismo que no tengo idea ni siquiera de cómo agradecerle su siempre firme amistad y su brillante pensamiento.

En vida, los colegas Margot Taulé, Milton Ginebra, Gai Vega, Manolito Baquero, Billie Reid, Leonte Bernard, Ramón Vargas Mera, Erwin Cott, Ramón Trueba, y recientemente Emilio Brea, compartieron sus experiencias, criterios, enfoques, todos, así lo espero, integrados al texto de una forma u otra. Algunos fueron entrevistados en múltiples ocasiones, dándonos la oportunidad de profundizar cada vez más en sus pareceres.

La familia de don Guillermo no ha podido ser más generosa; en honor a la verdad este proyecto lo inicia una llamada telefónica del Arq. Arturo Despradel, sobrino nieto de GG, y exalumno nuestro, quien nos puso a la orden el archivo de fotos conservado por la familia; su madre doña Julie Catrain González de Despradel, nos concedió varias entrevistas, nos acompañó al Cementerio de la Máximo Gómez a identificar el panteón familiar, y leyó parte del manuscrito; su hijo el Arq. Adolfo Despradel, hermano de Arturo, nos permitió el ingreso a las casas Barletta de Arroyo Hondo y nos ofreció sus valiosos comentarios.

Desde su puesto como curador de arquitectura del MoMA, Barry Bergdoll fue pivotal en canalizar nuestra solicitud de apoyo a Yale University, quienes, a través de la Bilblioteca de Arquitectura y su Alumni Records Office, facilitaron el archivo completo de GG depositado en esa academia. Estos documentos resultaron ser trascendentales para detallar todo el período inicial de GG antes de retornar a Ciudad Trujillo en 1939. Igualmente la New York Public Library abrió sus archivos sobre la participación dominicana en la New York 1939-1941 Fair. El Archivo General de la Nación en Santo Domingo nos permitió acceder a su extensa y admirablemente organizada colección documental; el Archivo de Arquitectura y Construcción de la Universidad de Puerto Rico nos ha apoyado a través de los años en todo lo relativo a los vínculos entre autores domínico-puertoriqueños.

La mayor dicha del proyecto ha sido la de contar con la amabilidad y el afecto de Blanca y Georgie González Fernández-Canivell, hijos de don Guillermo y doña Mercedes, quienes nos recibieron en sus hogares y nos pasearon en Málaga, España, además de visitarnos en Santo Domingo; pusieron a nuestra disposición todo el material que aún conservan de su padre, nos concedieron una importantísima entrevista y leyeron detalladamente en al menos dos ocasiones el manuscrito, corrigiéndolo, ajustándolo a la realidad que les tocó vivir tan de cerca en su familia. A ellos mi eterna gratitud y mi respeto. Espero que este esfuerzo sea digno de la memoria que guardan con tanto cariño de su padre y su madre.

Agradezco igualmente a muchas personas que han aportado su colaboración desinteresada en este afán: a Miguel D. Mena por compartir con total desprendimiento el libro de Page Cooper Sambumbia, que tan determinante ha sido en las especulaciones y en el discurso de esta historia; a Andrés Mignucci, por su insistencia en la potencial trascendencia de este volumen; a Julio González por suministrarnos la investigación sobre los antepasados familiares de GG; a Lourdes Saleme, por su eterna generosidad en facilitarnos los servicios de su reconocida empresa de artes gráficas; a Bienvenido Pantaleón, por compartir material de su archivo de Imágenes de Nuestra Historia, al igual que a Rubén Hernández y los amigos del Laboratorio de Arquitectura Dominicana (LAD), por facilitarnos imágenes de diversos archivos curadas magistralmente por su equipo editorial; a José Ramón Fiallo, quien nos orientó sobre temas académicos y sobre la confusa etapa de los años 60; a César Al Martínez y José Enrique Delmonte, por ilustrar históricamente el desarrollo del proyecto urbano cumbre de GG, la Feria de la Paz, con su enjundioso trabajo en vías de publicación sobre este tema; a Alex Martínez y Gricelys Rosario, por la información sobre el campus de la Universidad de Santo Domingo, producto de su tesis de grado en UNIBE; al Dr. Rafael Hernández Bonnelly, quien nos tramitó la obtención de los planos originales del Santo Domingo Country Club; a Edwin Espinal Hernández, por su información oportuna sobre el Parque Ramfis —hoy Plaza Valerio— en Santiago; a Mauricia Domínguez, por sus siempre sabios comentarios y recomendaciones. Dos historiadores cuyo intelecto me ha servido de horizonte y apoyo en infinitas ocasiones en temas tanto interpretativos como factuales: Bernardo Vega y Frank Moya Pons, a quienes agradezco y admiro sinceramente.

Sobre el acontecer en el entorno familiar y profesional de GG, también quiero agradecer a muchas personas: a Tony y Danilo Caro Ginebra, quienes desde sus vivencias como hijos del Arq. José Antonio Caro Álvarez, uno de los protagonistas asociados principales de esta historia, contrastaron y complementaron grandemente la puesta en escena del material; doña María Jesús Pérez de Mansfield nos proveyó todo su archivo y sus recuerdos sobre su padre, el Ing. Virgilio Pérez Bernal; doña Vilma Báez, sobre su padre don Moncito; doña Gladys de Pou, sobre su esposo Marcial Pou Ricart; Patricia, Carlos y Georgia Reid Baquero, sobre su padre Billie y sobre el mismo don Guillermo, quien convivió tan cercanamente con ellos; a los hermanos Manuel y Marino «Memé y Pilo» Cáceres, por unas entrevistas inolvidables y mucho material documental de gran valor, tanto sobre la vida de GG como sobre sus propias distinguidísimas carreras; igualmente a don Luis Rafael Pellerano, y a sus hijas Sandra y Raquel, por haberme contactado, después de tantos años, con este profesional de tanta experiencia, quien junto a don Orlando Haza describe un arco de luz en el panorama de la práctica profesional dominicana; al Arq. Víctor Bisonó y al Ing. Víctor Pizano, quienes me obsequiaron una velada maravillosa llena de datos relevantes; a Roberto Baquero, por estar siempre abierto a comentar y confirmar datos sobre la vida y obra de su padre, mi profesor y admirado mentor, Manolito Baquero; a Marcial Martínez, por permitirme entrevistar a su padre, el Ing. Marcial Martínez, uno de los protagonistas silentes del desarrollo de NACO en los años 60; a doña Margarita Copello de Rodríguez, por sus precisiones sobre don Anselmo y sobre su actuación en la comisión del Edificio Copello; a María Isabel Lebrón, Luis Guzmán y a mi cuñado Guillermo Ricart, por confirmarme datos sobre las familias Ricart y Mathis, en particular Guillermito, por compartir el asombroso video hecho por su padre en los eventos de inauguración de la Feria de la Paz, en 1955; a Antonio Segundo Imbert, por gestionar nuestra visita a la familia Bonetti para fotografiar su estupenda casa de 1935, excelentemente conservada, ubicada en la avenida Bolívar; a Juan Mubarak, por diligenciar nuestro acceso a la otra casa de la familia Bonetti, de 1952, situada en la César Nicolás Penson con Máximo Gómez, donde agradecemos la gentileza de doña Maritza Zeller de Bonetti al recibirnos y recuperar para la edición, los planos azules originales que aquí reproducimos; a José Horacio «Sancocho» Marranzini quien estuvo allí, en el Jaragüita, asistiendo, en las largas y frescas madrugadas frente al Caribe, al maestro dibujando y soñando en sus años finales; a Rafael Calventi, quien compartió pocos pero significativos momentos con don Guillermo; a Atilio León, Cristóbal Valdez, Fred Goico, Pedro José Borrell, Pedro José Vega, Lidia León y Germán Pérez, quienes de una manera u otra han perfilado con mayor precisión la silueta histórica de nuestro personaje.

Al equipo enlace del Banco Popular Dominicano, a través de su Vicepresidencia Ejecutiva de Relaciones Públicas y Comunicaciones, mi eterna gratitud por su amable trato, su interés en el tema y su gran apoyo en este proceso; las reuniones de trabajo con ustedes y su apertura hacia nuestro proceso creativo siempre fueron estimulantes y sugerentes. Don Manuel A. Grullón, presidente del Grupo Popular y del Banco Popular Dominicano, estuvo abierto al proyecto desde su primera mención en una conversación casual, nunca perdió el sentido del proceso y siempre estuvo pendiente a todas nuestras peticiones. Muchas gracias de todo corazón.

Durante los muchos encuentros internacionales ocurridos en el tiempo de gestación de esta obra, he aprendido de verdaderos maestros como Ramón Gutiérrez, Silvia Arango, Ruth Verde, Jorge Ramos, Louise Noelle, Enrique Vivoni; el gran historiador y entrañable amigo Roberto Segre hubiera estado muy alegre de ver este volumen listo, muchas fueron sus enseñazas y su estímulo. El historiador dominicano José del Castillo nos regaló unos sábados de cafés maravillosos, durante los cuales conversamos a fondo sobre múltiples aspectos de GG y de su época dorada. Del ilustrado amigo, arquitecto y escritor venezolano Federico Vegas, tuve la fortuna de recibir algunos consejos prácticos sobre el quehacer del escritor, oficio que trató de hacerme asumir quizás sin los resultados anhelados, pero ahí vamos; los almuerzos de los viernes fueron suyos.

Debo tantas cosas a la Dra. Silvia Arango, que no sé como comenzar a agradecerle: sus trascendentales textos sobre la arquitectura de América Latina; sus investigaciones y escritos sobre arquitectura y ciudad, sobre todo los enfocados en la realidad de su maravilloso país, Colombia; su pasión por la academia, su luminosidad de pensamiento, su dedicación a los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana (SAL); pero, sobre todo, le debo por la gracia de haber accedido a escribir el Prólogo de esta obra, motivo de orgullo y honor sinceros.

Mi equipo interno de producción en la editorial de los Archivos de Arquitectura Antillana (AAA) ha tenido una paciencia y un desempeño formidables: Lorena Tezanos asumió exitosa y elegantemente la ardua labor de coeditar el texto, precisar las citas y notas, compilar la bibliografía y los índices, y actuar como siempre, como una suerte de andamio intelectual en la difícil búsqueda de la perfección en estos menesteres; Chinel Lantigua se esmeró en el diseño del libro, asumiendo a la vez su propia identidad gráfica y una ambigua afiliación a los Pro_Files previamente publicados por AAA, con mucha certeza y calidad; María Cristina Rodríguez, mi esposa, ha soportado con tesón y paciencia el agotador proceso de sintetizar en meses lo que ha tardado años en ser concebido, tarea ardua y paciente que agradezco de todo corazón, a la par de su desempeño como correctora de estilos y espíritu crítico detrás del proyecto; a los fotógrafos que han ilustrado con su arte las páginas del proyecto, desde don Max Pou, quien siempre nos proveyó de sus imágenes de archivo totalmente gratis, desde mi primer acercamiento en los años 80; Onorio Montás, Eddy Guzmán, Luis Nova, Jochy Marichal y más recientemente, Ricardo Briones y Gustavo José Moré, han sido complacientes y efectivos en la toma de las imágenes necesarias para documentar con calidad lo aquí expuesto en palabras; a todos los demás miembros del equipo, Nathalie Castillo, Patricia Reynoso, Luis Checo, Madeline Espinal, Manuel Flores, César Leroux, John Noyola, Nelson Velázquez y María del Mar Moré, quienes han tenido que soportar mis «cambios de canal» entre el estudio y la editorial, no siempre cómodos para ellos durante los procesos de cumplimiento de las responsabilidades de los proyectos en la oficina, gracias.

Por último, agradezco a tres hombres, quienes con su calidad humana y su ejemplo, me dieron la capacidad para entender, valorar y reconstruir esta historia: a mi suegro, Ing. Arístides Rodríguez Derrien, a mi tío y padrino Com. Amilcare Guaschino y a mi padre Ing. Arq. Gustavo Alberto Moré González, gracias a su estela, he podido transitar por la ruta del recuerdo y proyectarla hacia el futuro con esperanza y respeto a la memoria del maestro.

Gustavo Luis Moré
Santo Domingo, agosto 2015