A lo largo de la historia las citas e imágenes que evidencian este fenómeno se suceden paulatinamente; desde la bíblica Torre de Babel -mítico origen de infinidad de metáforas, asociaciones y posibilidades futuras- las conquistas del espacio de los constructores de la antiguedad babilónica, egipcia o grecorromana, hasta las torres y campanarios del Románico, las asombrosas bóvedas Góticas, o las torres toscanas de San Gimigniano, conquistar la altura, expandir el espacio y dominar el territorio con estructuras cada vez más audaces, ha constituído una constante universal imposible de ignorar. La cualidad más evidente de cualquier monumento, más allá de su propios méritos históricos, es su dimensión, aunque su función inicial haya sido inútil; asi, desde los arcos de triunfo, hasta la torre Eiffel, construcciones vacías de habitabilidad pero continentes de un significado socialmente necesario, se podría dibujar un itinerario de piezas cuya dimensión, juega un papel preponderante en la historia de las civilizaciones.
A partir de las invenciones de la Revolución Industrial, estas estructuras se hacen habitables; proponen espacios útiles para la operación humana, dotadas con infraestructuras capaces de permitir funciones de diversa índole. A partir de entonces, la carrera por construir más alto, no ha cesado; cada ciudad, cada país, cada sociedad, hace gala de su potencial como colectivo humano, -o como suma de superhombres, Atlas que construyen metro a metro la autoestima de las comunidades- sea en una capital, un enclave capitalista, una sociedad autocrática, o, en síntesis, una “afrentosa” isla en el Caribe, pretenden incesantemente ganarle la carrera a la gravedad y conquistar, a puro pecho, las cumbres del vacío entre las nubes.
Como escribe Barry Bergdoll en “Reading ‘Mile-High’”, (ver reseña de la expo en el MoMA “Unpacking the Archives”, mas adelante en esta edición), Frank Lloyd Wright se esmeró con una singular propuesta de un edificio de una milla de altura; gracias al arrojo y a la audacia estructural de algunos maestros como Louis Sullivan o personajes de la ingeniería como Eduardo Torroja, Pier Luigi Nervi, J.J. Polivka y Robert Maillart, la lista de autores modernos es infinita.
Como una condición sine qua non, cada edificio necesita ser afincado en la tierra; esto reduce, en principio, la construcción de una torre a una ecuación en la que dos factores son esenciales: la condición propia de cada suelo, del sustrato sobre el que se ejercerá una enorme concentración de peso en muy poca superficie; y el diseño mismo de la torre como factor fundamental para transmitir esta carga al suelo y a la vez alojar las funciones de su utilitas de manera rentable. En el mundo de hoy, la existencia de esos edificios identificados icónicamente en los paisajes urbanos de casi todo el globo, depende de otro factor: la posibilidad de ser financiados, de convertirlos en un objeto del deseo capaz de ser adquirido por un mercado aunque enrarecido, en la mayoría de los caos, pero en definitiva, real. Asi, en esta AAA064, hemos querido iniciar un abordaje sobre el tema, situado en el Santo Domingo de hoy. A diferencia de otros países de la región -México, Colombia, Venezuela, Argentina, Brasil, son referentes bien documentados- en las Antillas, sólo en La Habana, Cuba y en San Juan de Puerto Rico, se habían construído edificaciones de cierta altura, antes de ser hechas en la República Dominicana. Santo Domingo inicia su densificación y alzamiento justo en el Centro Histórico, con edificios de 7 y 8 pisos como el Diez y el Baquero, construídos por Benigno Trueba a finales de la década del 20. Otros edificios de cierta envergadura les siguen, aunque en realidad, no es sino hasta los años 60, con obras como el Edificio La Cumbre, de Amable Frómeta en el flamante sector de NACO, que comienzan a plantearse obras mayores a los 11 o 12 niveles. El edificio KG y La Torre del Sol, alcanzan alturas mayores y son exitosos proyectos de promoción inmobiliaria.
La sectorización de Santo Domingo en torno a espacios verdes y públicos, ejes viales de envergadura y zonas reguladas por normativas, tanto municipales como por códigos de construcción actualizados, paralelamente al desarrollo de un mercado financiero cada vez más ágil y con cierta estabilidad durante las últimas dos décadas, ha incentivado un nivel de obras en altura nunca antes imaginado. No todas poseen los méritos suficientes para ser admiradas como obras de arquitectura de calidad, pero el hecho es contundente. Más allá del estilo, y de las facilidades que estos edificios proveen a su exigente clientela, la ciudad ha crecido, y continúa creciendo con un ritmo continuo y acelerado. Aunque se ha visto que este tipo de fenómenos ocurren en otros países como producto del trasiego de fondos de origen difuso, y que muchos de estos proyectos quedan vacíos después de su terminación, el caso de Santo Domingo parece obedecer a condiciones de la economía mucho más transparentes, y producto de un mercado habitacional sustentado por inversiones realistas.
AAA064 enfrentó el tema desde 3 ángulos:
– La selección de 10 ejemplos recientes de diseño en altura producto de propuestas arquitectónicamente interesantes; esto nos dirigió a reseñar alfabéticamente obras incluso en proceso de terminación al momento del cierre, pero con la suficiente definición para poder apreciar sus valores como proyecto y su impacto en la ciudad.
– Un análisis del mercado inmobiliario, entendido desde la experiencia de tres de sus agentes representativos, invitados por los editores a discutir el tema internamente; aqui se evidencian las características que convierten a una zona de la ciudad en un blanco potencialmente idóneo para la ejecución de proyectos en altura, respecto a otros que no; y definimos un panorama compartido de la situación actual y de sus perspectivas inmediatas.
– Una consulta a los profesionales que, junto a los arquitectos, posibilitan el éxito sostenible de estas edificaciones: sus ingenieros estructurales. Igualmente invitamos a tres de los más renombrados diseñadores estructurales del escenario actual, y planteamos el marco de referencias en el que se desenvuelve su práctica, sobre todo, dependiente de la codificación normativa actualizada por el MOPC, actualmente vigente. Rica conversación en la que se comprobó la importancia que juega una arquitectura consciente de nuestras condiciones geográficas, para ser cabalmente correctos.
Entendemos que esta edición, al igual que en otros casos que hemos trabajado pioneramente desde este medio editorial, es solo un introito al tema; el debate apenas se abre y esperamos que lo aqui resumido, contribuya a una mejor arquitectura, a una mejor ciudad, a una cultura en las que el diseño, la ingeniería y el mercado inmobiliario consoliden un trípode sobre el que toda la ciudadanía y los usuarios de estos inmuebles, puedan sentirse seguros y bien representados.