Las ciudades son entidades complejas, producto de la imaginación humana y del ejercicio de su poder sobre la geografía. No existe una ciudad trascendente en el inventario de asentamientos humanos de la historia, que no posea algún elemento geográfico de relevancia; la relación entre las fuentes marinas o fluviales son generalmente indispensables para la subsistencia de la ciudad; la orografía demarca sobre todo el carácter de la misma, y las riquezas subyacentes que la sostienen como aparato de producción económico fundamental.
Como toda creación humana, cada ciudad posee una forma particular, cuyos orígenes se diluyen en el tiempo, y va adquiriendo patrones racionales o aleatorios, en la medida en que se va desarrollando. Durante este proceso, suelen destacarse hombres que actúan sobre el territorio, definiendo huellas de diverso impacto en el futuro de las mismas. Si bien suelen atribuirse estas marcas a las acciones del poder de los políticos en el tiempo, la participación de hombres dedicados a componer la morfología de lo urbano, de hombres que actúan con mayor fuerza y por más tiempo que otros, suelen identificarse en cada ciudad. Estos hombres están generalmente dotados de grandes conocimientos, y tienen personalidades afines a las maniobras del poder, permitiendo de esta forma, alineamientos de alta productividad sobre la ciudad, que se transforma día tras día, año tras año, siglo tras siglo.
La ciudad de Santo Domingo, fundada por Bartolomé Colón en 1498 y escrita en los anales de la historia urbana en el 1502 por Nicolás de Ovando en el lado oeste del río Ozama, es actualmente un conglomerado habitado por más 4 millones de capitaleños, el asentamiento más populoso del Gran Caribe. En los últimos 50 años ha duplicado su territorio, producto de la migración rural iniciada en los años 60 –a partir del ajusticiamiento del dictador Rafael Leonidas Trujillo- y consolidada desde entonces con muy escasa planificación y limitadísimo equipamiento, a pesar del enorme esfuerzo de 18 gobiernos constitucionales, democráticamente elegidos.
A partir del 1961, el ex presidente Joaquín Balaguer realiza 5 gobiernos (en 22 años), durante los cuales se dedicaron recursos extraordinarios en estructurar a Santo Domingo como una mayor ciudad, y prepararla para el futuro. Balaguer se valió de un nutrido grupo de profesionales arquitectos, ingenieros, urbanistas planificadores, casi todos dominicanos, quieres transformaron cuantitativamente el territorio, pero en verdad, implantando una huella indeleble que hoy se manifiesta todavía con vigor, desde los predios de la ciudad fundacional, cuyos barrios y monumentos fueron intensamente restaurados, hasta la periferia urbana, que llegó a traspasar las 3 fronteras fluviales de los ríos Ozama, Isabela y Haina.
Dentro de este memorable grupo de profesionales se distingue por su afable personalidad y poderoso impacto en la ciudad, el Ing. Arq. Rafael Tomás Hernández. Este libro mostrará, como su carrera se inicia desde sus estudios universitarios en el 1955, y como la suerte, su capacidad profesional y su calidad de ser humano integral, lo hizo responsable principal de muchas de las más determinantes intervenciones urbanísticas desde entonces, casi siempre de la mano de la ejecución de múltiples proyectos de viviendas para la población menos favorecida. Como podrá comprobarse en estas páginas, el simple hecho de haber creado, producido, defendido y diseñado el Cinturón Verde que protege y organiza el crecimiento periférico de la ciudad, es mérito suficiente para alabar su obra y agradecer su proceder profesional.
Este volumen pudo tener más del doble de contenido, si el Arq. Hernández hubiera sido exigente con su inventario de obras, tanto públicas como privadas. Aún así, su estudio comprueba la labor cabal de mas de 65 años de profesión, y relata las obras más importantes de su prolija trayectoria. Para AAA, ha sido un verdadero honor trabajar junto a este coloso, sus familiares y colaboradores, en este primer recuento de su vida profesional.